autobiografía victor Ricardo López Carmon

Autobiografía victor Ricardo López Carmona

Esta primera sección del documento está escrita por mi madre ya que ella sabe de
primera mano lo que sucedió en mis primeros meses de vida y nacimiento.
25 de enero de 1989, miércoles, Chihuahua, Chih. México; 7:00 am, Clínica del
Centro.
Después de larga espera en medio de un frío invernal y una gran incógnita del
porqué tantos días de espera, las horas de embarazo terminan.
Un embarazo planeado con amor después de 5 años 6 meses de matrimonio;
preparación de una buena alimentación desde un año antes del embarazo, peso indicado
de la madre, ejercicio, y llega la noticia esperada por medio de estudios y citas con el
ginecólogo. Comienzan las dudas que es niño, niña; se parecerá a ti, a mí; quiero que su
boca se parezca a la tuya, que sus ojos se parezcan a los míos, el color de su piel que sea
como la tuya, su nariz y sus piernas como las mías, ¿cómo le llamaremos?.
Pero detrás de esa gran ilusión están los malestares: mareos, náuseas, sueño, pies
hinchados y presión arterial baja. Con el tiempo pasaron algunos de estos malestares, pero
la presión baja continuó. Ah, y un curso de preparación para el parto, siempre es bueno
tener antecedentes de cómo serán o pudieran ser los días siguientes.
Los estudios indican que la fecha probable de parto será para el día 10 de diciembre,
¡igual que el papá¡ ¡qué alegre noticia!
En el transcurso de los meses los estudios indican que el desarrollo es más lento de
lo común, según el tamaño del feto la fecha probable de parto ha cambiado para el 24 de
diciembre. Los abuelos paternos y maternos viven en la ciudad de México, por lo cual les
avisamos para planear las fiestas navideñas en la ciudad de Chihuahua, lugar en el que
vivimos en esas fechas.
Terminan las vacaciones de diciembre y todo sigue igual, el doctor pide que se
practique un ultrasonido y en él, se puede ver que el feto se encuentra en buen estado de
salud. Transcurren los días y la hora del parto no llega.
El ginecólogo solicita otro ultrasonido para asegurarse que todo está bien, el bebé ya
está colocándose en posición de parto, pero el líquido amniótico está en el límite. Comenta
el doctor esperaremos hasta el próximo miércoles, si no ha nacido para entonces haré una
cesaría.
Por fin el martes 24 de enero, un mes después de la segunda fecha probable, el
trabajo de parto comienza. Acudimos al hospital a medianoche después de una comida de
chiles rellenos de elote. Llaman al ginecólogo, pero en el hospital nos dicen que se
encuentra un doctor de guardia, y que será él quien atienda el parto.
Como en la mayoría de los casos me mandan a la cama a acostarme, lo cual es
bien sabido, no es conveniente para el parto.
Se pide un ultrasonido para checar la posición del bebé, pero no hay personal en
dicho departamento, comenta el papá; después de algunas horas de espera y ver que la
fuente no se ha roto, el médico la revienta para acelerar el nacimiento. En la sala de
expulsión el bebé trata de nacer pero no puede, asoma la cabeza y se regresa; se realiza
una episiotomía más grande de lo común para tratar de ver qué está pasando y el
ginecólogo nota que el cordón umbilical está alrededor del cuello del bebé, doble circular de
cordón; después de muchos intentos para ayudar al alumbramiento, pierdo el conocimiento
por algunos minutos y los médicos, el ginecólogo y el anestesiólogo, deciden que se
practique la maniobra de Kristeller.
Con mucho trabajo y esfuerzo mío, del bebé, del papá y del personal médico, por fin
a las 7:00 a.m., llega la hora del nacimiento. Escuchó al médico decir: "es un niño" y
comienzan las atenciones especiales debido al color de su piel azulada, problemas para
respirar y por presentar movimientos no comunes en recién nacidos, la enfermera con el
recién nacido en sus brazos me lo muestra, como toda mamá me causa una gran emoción.
Se lleva a cabo la evaluación al bebé, Apgar de 4-8, por Hipoxia severa, se le da
reanimación por parte del anestesiólogo y es llevado a una incubadora por todo un día.
Al día siguiente del nacimiento, se le da de alta y la familia feliz va de regreso a
casa; el bebé viste su mameluco de franela a rayas de colores blancas, azules y rosas, y
envuelto en su cobija amarilla con un conejo blanco que le obsequió su abuela materna,
sale del hospital en mis brazos y sube al auto conducido por su padre para dirigirse a su
hogar.
Primera noche en casa
Por fin la familia con el nuevo integrante está en casa. El bebé tiene ya preparado su
bambineto con sus sábanas bordadas con carreolas, que yo misma elaboré, comparte la
habitación con nosotros.
La primera noche en casa todo es diferente a lo imaginado, a lo aprendido en el
curso de preparación al parto. El bebé llora, come, duerme por lapsos muy cortos, vuelve a
comer, llora, no puede dormir, en fin, así toda la noche; al contrario que la mayoría de los
recién nacidos, afortunadamente la abuela materna está en casa y por su gran experiencia
con los bebés, dice que algo no está bien.
De regreso al hospital
Al día siguiente alrededor de las 7:00 de la mañana decidimos ir de regreso al
hospital para consultar al pediatra, después de la revisión médica, ingresa nuevamente a
una incubadora, esta vez será por una semana, tiempo que decide el médico pediatra.
El diagnóstico del pediatra es inflamación del cerebro debido al trauma causado
durante el parto por la falta de oxígeno, al presentar doble circular de cordón, el médico
diagnostica que dentro de la incubadora se va a desinflamar.
El regreso a casa sin un recién nacido es una sensación de vacío enorme, una gran
incertidumbre, y tristeza. Se consulta a otros médicos debido a que, solo esperar resultados
dentro de la incubadora sin apoyo de algún medicamento es sentir que el tiempo pasa y no
hay resultados.
Mientras tanto, la alimentación del bebé es por medio de una sonda, la leche y mi
compañía es lo mejor que se le puede ofrecer en esos momentos; todo el día sentada al
lado de la incubadora sin poder abrazar a mi bebé es desesperante, pero se puede platicar
con él aunque sea a través de la incubadora, ver como se mueve, como duerme, como le
cambia una enfermera el pañal y como le da leche a través de una sonda; es lo permitido,
pero si convences al personal de enfermería puedes alimentarlo tú, aunque sea a través de
una sonda.
Al no ver mejoras importantes, decidimos consultar a otros especialistas, un
neurólogo y otro pediatra, los dos coinciden en el tratamiento el cual es diferente al del
pediatra que está al frente del caso; se receta administrar cortisona para desinflamar con
mayor rapidez el cerebro y sugiere que se lleve a casa al bebé para poder suministrarle el
medicamento. El problema es cómo convencer al médico para que nos permita sacar al
bebé de la incubadora, pero por fortuna el argumento que le damos de cuidar al bebé y
estar muy al pendiente de él, funciona, sobre todo al considerar el diagnóstico del pediatra;
solicitamos el alta del bebé comprometiéndonos a cumplir con las recomendaciones del
médico.

Antes de que se cumpliera la semana de estar hospitalizado vamos de regreso a
casa con el bebé, el alma vuelve al cuerpo.
Lo primero es medicarlo, ya que su papá es médico, le suministra la dosis indicada y
todo comienza a mejorar.
Ahora sí podré cargar, alimentar y amamantar a mi bebé. Ya tiene hambre, es hora
de alimentarlo, pero ¿qué pasa? ¡no sabe cómo succionar! Ha perdido el reflejo de succión
debido a que su alimento lo obtenía por medio de la sonda.
Lo primero que se me ocurre es alimentarlo por goteo y a la hora que el bebé sienta
algo en su boca él se lo va a pasar. Estando cerca de un calentón de petróleo, para que el
bebé no pierda temperatura, poniendo un poco de leche en la tapa de un biberón y dándole
gota a gota la leche empiezo a alimentarlo.
Otra de las indicaciones de los especialistas es que se comience un programa de
estimulación temprana. A la semana de haber nacido Víctor asiste al servicio médico al
departamento de psicología y comienza la rehabilitación

Victor Ricardo López Carmona
https://www.facebook.com/victor.r.carmona

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